Microcuentos animados

Pensamientos Gatunos

En un rincón del mundo, entre un montón de hojas secas, un perro ladraba sin descanso. Su voz era una cascada de angustias: ladridos que tropezaban entre sí, impulsados por recuerdos de huesos enterrados y amenazas imaginarias. “¿Y si el hueso ya no está? ¿Y si nunca lo enterré bien? ¿Qué pasará cuando me quede sin nada que morder?”, gritaba su mente mientras su cuerpo giraba en círculos, atrapado en el torbellino del pasado y el futuro. Para él, el presente era un campo minado de posibles tragedias.
A pocos metros, un gato de pelaje gris y ojos entrecerrados se bañaba con la parsimonia de quien tiene todo el tiempo del mundo. Sus movimientos eran lentos, metódicos, y parecían ignorar los ladridos que rompían el aire. El perro, exasperado por su calma, lo enfrentó.
—¡¿Cómo puedes estar tan tranquilo?! ¡Todo está mal! ¡El universo no tiene sentido! ¡Nada importa! ¡Somos juguetes del caos! —gritó, salpicando saliva entre cada ladrido. El gato alzó la vista, con una mirada que parecía atravesar al perro como un rayo de luz perforando la niebla.
—Tienes razón, amigo. Nada importa. —Dio un lametón final a su pata, como si sus palabras no tuvieran peso alguno—. Y por eso, no me importa que no importe.
El perro quedó atónito. Durante un segundo, su cola dejó de moverse. Intentó procesar esas palabras, pero su mente pronto se llenó de nuevos ladridos: «¿Qué quiso decir? ¿Está burlándose de mí? ¿Acaso no entiende el vacío de todo esto?»
El gato, viendo la espiral en la que el perro se perdía, continuó:
—El hueso que enterraste, el que temes perder, ya no existe. Nunca existió más allá de tu deseo por él. Y el vacío del universo no es algo que debas llenar con ladridos. Aceptarlo es dejar de ladrar.
El perro abrió la boca para responder, pero no encontró palabras. Solo silencio. Un silencio que por primera vez no era incómodo, sino pesado, como una manta que lo envolvía. Mientras tanto, el gato se tumbó sobre las hojas, cerró los ojos y ronroneó con suavidad, como si todo —el pasado, el futuro, el ruido, el silencio— flotara sin rumbo y, sin embargo, estuviera en perfecto equilibrio.
El perro lo observó. Sus pensamientos seguían dando vueltas, pero había algo en aquel ronroneo, una vibración que resonaba en su pecho. Sin saber por qué, se dejó caer al suelo junto al gato. Por primera vez, se permitió no entender, no temer, simplemente estar.
Y en ese instante, mientras el universo seguía indiferente, ambos animales compartieron un pedazo de eternidad.
Creado por Pura Kasaka
Animado por Pura Kasaka
Título aportado por Trailo Studios
Música por Suno
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