El óleo palpita en las venas de Clara, una mujer hecha a tinta y pinceladas en un lienzo que cuelga en una galería. Su piel de tonos brillantes resplandece cada vez que los visitantes se detienen a observar aquella perfección tan colorida. Pero detrás de esa apariencia deslumbrante, yace un miedo profundo a mirar debajo de esas interminables capas de pigmento y ver el boceto que esconde el lienzo donde fue pintada. «De nada sirve el dibujo que hay debajo; lo importante son los colores que proyecto», admite con una sonrisa oleosa mientras observa su reflejo distorsionado en los ojos de quienes la admiran en aquella galería. En su búsqueda interminable por la grandeza, ha acumulado capas y capas de excusas, que han dejado tras de sí rastro de colores deslumbrantes y trazos borrosos de ironía.