Luis Botón
- Micro-cuento
- Cuentos con Melcocha
Como aguja en un pajar, se encuentra un pueblito donde se hila la historia que voy a contar.
-En ese lugar, alejado de todo, vive la familia Botón. Reina la madre y Luisito el hijo.
Todos los días después de la escuela, Luis va directo al mercado. Allí, Reina tiene un puesto donde fabrica y vende piñatas.
“ Hacer una piñata es importante una buena base de alambre, pero lo realmente fundamental es el pegamento y el papel periódico, así se le da la forma, pegando todo las noticias malas y buenas que suceden en el mundo para transformarlo en algo que haga feliz a un niño.”
Para Luis aquel pensamiento de su madre era tejer muy fino, no le encontraba sentido, y es que en realidad el negocio familiar poco le importaba, el verdadero motivo de sus visitas era sentarse en una esquina a la par de la montaña de papel periódico que ocupaba su madre para hacer piñatas y ponerse a buscar anuncios de ropa de moda. Una vez los encontraba, sacaba su aguja e hilo y se ponía a coser a mano, intentando reproducirlos.
Un día de esos mientras cosía un par de botones, le llamó la atención una página que sobresalía de la montaña de papel periódico. En ella había un anuncio de una marca de bolsos de moda. De inmediato supo que aquello era una revelación. El hallazgo era una señal divina, todo tenía sentido. Claro, había ciertas diferencias en el nombre y apellido pero sonaban igual. Debe ser su nombre artístico:
«Louis Vuitton».
-“El nombre que está en el anuncio pertenece a mi padre, no cabe duda” le dijo a su madre, quien decidió callar a explicar todo aquel disparate.
Luis Botón, que jamás había conocido a su progenitor y nunca le habían hablado de él, todo hilaba perfectamente, su talento, su padre, su destino. Concluyó que si su padre era tan bueno haciendo bolsos, él, su hijo, sería bueno haciendo ropa. Así fue que buscó inspiración en todos aquellos anuncios de ropa de moda que había encontrado y se puso a dibujar sus primeros diseños.
Frustrado por aquel desastre, Luis empezó con saña a puyar con los alfileres a las pobres viejas que le servían de maniquí, a culparlas de no dar la talla, de no dar la medida, de no estar a la altura de la alta costura que le había heredado su padre.
Un silencio se hizo en el mercado y Luis pudo escuchar el eco de lo que había vomitado, de lo que había hecho, de cómo había tratado a toda esa gente que solo trató de ayudarlo. Fue entonces que dejó de ver maniquíes y vio a su madre, vio a la Juana del puesto de verduras, a la Mary del puesto de frutas, a la Toña que vende quesos, a la Carmen del puesto de frescos, vio el color del trabajo de sol a sol, vio aquellas piernas todo terreno, aquellos brazos que han cargado con el mundo entero, manos que han dado de comer a legiones, vio las sonrisas que calman a las bestias, vio los corazones que habían dado consuelo, vio los rostros de titanes.
Fue entonces que se dio cuenta que nunca había visto lo grande que eran aquellas mujeres.
Fue así que Luis Botón se puso a coser de nuevo. Esta vez no diseñaría ropa de moda para gente de afuera, iba a coser delantales para cada una de aquellas grandes mujeres que echaba riata en los mercados.
¡Pura Kasaka!
Como aguja en un pajar, se encuentra un pueblito donde se hila la historia que voy a contar.
-En ese lugar, alejado de todo, vive la familia Botón. Reina la madre y Luisito el hijo.
Todos los días después de la escuela, Luis va directo al mercado. Allí, Reina tiene un puesto donde fabrica y vende piñatas.
“ Hacer una piñata es importante una buena base de alambre, pero lo realmente fundamental es el pegamento y el papel periódico, así se le da la forma, pegando todo las noticias malas y buenas que suceden en el mundo para transformarlo en algo que haga feliz a un niño.”
Para Luis aquel pensamiento de su madre era tejer muy fino, no le encontraba sentido, y es que en realidad el negocio familiar poco le importaba, el verdadero motivo de sus visitas era sentarse en una esquina a la par de la montaña de papel periódico que ocupaba su madre para hacer piñatas y ponerse a buscar anuncios de ropa de moda. Una vez los encontraba, sacaba su aguja e hilo y se ponía a coser a mano, intentando reproducirlos.
Un día de esos mientras cosía un par de botones, le llamó la atención una página que sobresalía de la montaña de papel periódico. En ella había un anuncio de una marca de bolsos de moda. De inmediato supo que aquello era una revelación. El hallazgo era una señal divina, todo tenía sentido. Claro, había ciertas diferencias en el nombre y apellido pero sonaban igual. Debe ser su nombre artístico:
"Louis Vuitton".
-“El nombre que está en el anuncio pertenece a mi padre, no cabe duda” le dijo a su madre, quien decidió callar a explicar todo aquel disparate.
Luis Botón, que jamás había conocido a su progenitor y nunca le habían hablado de él, todo hilaba perfectamente, su talento, su padre, su destino. Concluyó que si su padre era tan bueno haciendo bolsos, él, su hijo, sería bueno haciendo ropa. Así fue que buscó inspiración en todos aquellos anuncios de ropa de moda que había encontrado y se puso a dibujar sus primeros diseños.
En el mercado se hizo la regazón del gran proyecto, entre todos donaron hilos, telas, agujas e hicieron la cabuda para comprar una máquina de coser. Luis se emocionó tanto que el trabajo fluyó súper rápido y en un par de semanas ya tenía elaboradas sus primeras prendas. Tan entusiasmado estaba con el resultado que mandó a llamar a su madre y a algunas viejas del mercado para que le ayudarán a probar la ropa que había diseñado.
Estaba cuando de puntada en puntada empezaron a descoserse los problemas: la cremallera no cerraba, las costuras se rompían, los cuellos estrangulaban, algunas doñas parecían estar atrapadas en bolsas de tela, una guerra de botones se producía cada vez que alguien respiraba.
Frustrado por aquel desastre, Luis empezó con saña a puyar con los alfileres a las pobres viejas que le servían de maniquí, a culparlas de no dar la talla, de no dar la medida, de no estar a la altura de la alta costura que le había heredado su padre.
Un silencio se hizo en el mercado y Luis pudo escuchar el eco de lo que había vomitado, de lo que había hecho, de cómo había tratado a toda esa gente que solo trató de ayudarlo. Fue entonces que dejó de ver maniquíes y vio a su madre, vio a la Juana del puesto de verduras, a la Mary del puesto de frutas, a la Toña que vende quesos, a la Carmen del puesto de frescos, vio el color del trabajo de sol a sol, vio aquellas piernas todo terreno, aquellos brazos que han cargado con el mundo entero, manos que han dado de comer a legiones, vio las sonrisas que calman a las bestias, vio los corazones que habían dado consuelo, vio los rostros de titanes.
Fue entonces que se dio cuenta que nunca había visto lo grande que eran aquellas mujeres.
Fue así que Luis Botón se puso a coser de nuevo. Esta vez no diseñaría ropa de moda para gente de afuera, iba a coser delantales para cada una de aquellas grandes mujeres que echaba riata en los mercados.
¡Pura Kasaka!
- Musica por DJ Chick